viernes, 31 de enero de 2014

Catequesis para jóvenes: Un signo de los tiempos


1.1    Una señal de los tiempos

La era de las ‘comunicaciones totales’ que supuestamente se vive hoy, nos lleva a pensar si en verdad hacen lo que dicen, si en verdad nos comunican. La generación de los jóvenes de hoy es la generación de los llamados ‘millenials’. Son los chicos nacidos desde los 90’s en adelante, bordeando ya el siglo XXI, es decir, los nacidos con el cambio de siglo, los que no perciben que hoy vivimos un tiempo de ‘cambio epocal’ porque ellos sólo han visto una sola época, la actual. Son jóvenes acostumbrados a la velocidad de los cambios, tanto así que han perdido el sentido de lo profundo, de lo que no cambia, de lo que permanece eternamente. Aunque su ser se lo reclama interiormente, han perdido el sentido de la eternidad.
El “selfing” marca una nueva era en las relaciones personales, o mejor, en las relaciones ‘des-personales’ o ‘im-personales’. Estamos ante la era del ‘yo’. Si recordamos que en latín o griego este primer pronombre personal se dice ‘ego’ (lat.), ‘εϒω’ (gr), diríamos que la era del ‘yo-ísmo’ actual es una era de ‘ego-ísmo’ puro y duro. El joven, y diría que en general el hombre, de hoy vive en una exaltación del ‘yo’, sumido en la esclavitud de su egoísmo. No quiere necesitar de nadie para nada comenzando por tomarse una fotografía. No necesita de nadie para mostrarse ‘él- mismo’ (self (ing.)) se autoretrata, fotografiándose mil veces para escoger su ‘mejor perfil’, es decir, escondiendo lo que no quiere mostrar, lo cual no quiere decir que lo elimino, sino que solamente no lo muestra. Facebook se convierte así en la exaltación de la mentira, donde se muestra lo que uno no es, donde se dice lo que uno no piensa verdaderamente, donde todo se ‘maquilla’ para ser ‘aceptado’, para conseguir muchos ‘me gusta’, y lograr así más ‘seguidores’, más ‘amigos’. La era de los ‘mass media’, la era de las grandes redes sociales, se convierte así en la era de la despersonalización del hombre, la era del aislamiento, de la des-hermandad. Como decía Benedicto XVI, este mundo de las comunicaciones nos hacen más cercanos pero no necesariamente más hermanos.[1]
Sólo en el momento de una desgracia alguien se daría cuenta quién verdaderamente su amigo, quién es verdaderamente su hermano, quién es capaz de renunciar a sus quehaceres, de salir de su puerta, ‘gastarse’ el tiempo con él, escuchándole, hablándole cara a cara, consolándole, animándole. Mil palabras escritas en una pantalla no podrán reemplazar nunca una mirada, una sonrisa, un abrazo.
Pero el ‘yo-ísmo’ es sumamente adictivo, es poderosamente atrayente. Cada vez se ven más y más las escenas de amigos reunidos en un pub, en un café, en una reunión familiar, en un restaurant, sin siquiera mirarse y conversar mutuamente, sino más bien, estando todos ensimismados, mirando las pantallas de sus celulares, tablets, Smart-phones, o lo que fuera, ‘comunicándose’ con ‘todo el mundo’. Esta actitud tiene un mensaje subliminal para quien se tiene al frente: “hablar contigo no me interesa, me interesa más mi pseudo-mundo”.
En xxx hicieron un experimento con 1500 jóvenes. La prueba consistía en pasar una semana sin ningún tipo de aparato o dispositivo electrónico, totalmente ‘desconectado’ del mundo. Sólo 5 terminaron la prueba. Los otros 1495 salieron corriendo diciendo que vivir así es in-humano, que se iban a morir. Es interesante notar que ésta es la misma sensación que tiene un dependiente al alcohol o a la cocaína, que si no la consume se muere. Es por ello que las clínicas psiquiátricas se están llenando de dinero. Ha surgido una nueva enfermedad que requiere nuevos especialistas. La adicción a los juegos electrónicos hace que finalmente uno pierda el sentido de qué es ficción y qué es realidad. De allí que un joven que se pasa horas jugando a lo que generalmente trata estos juegos, es decir, a matar ametrallando a medio mundo, no tenga luego ningún reparo en entrar verdaderamente a un colegio o aun cine y disparar a quemarropa a todo lo que se mueva. Un joven que hizo esto en EEUU empezó matando a su propia madre, antes de matar a muchos niños en un colegio.
En una charla de capacitación para renovar mi licencia de conducir, un psicólogo nos dijo en el verano de 2013 que según un estudio psicológico, si esta tendencia con el uso de las redes sociales sigue así, dentro de 10 años, el 90% de los jóvenes sufrirá ya un grado de autismo, es decir, difícilmente se podrá sacar a alguien de la cárcel de su ‘yo’, se perderá el sentido de quién es el otro, se dejará de percibir que hay otro frente a mí, aunque lo tenga a medio metro de distancia.
Un filósofo ateo dijo una vez: ‘El infierno es el otro’, a lo que un joven teólogo le contestó en una conferencia: ‘No, el infierno es estar solo’. Parece que el tiempo le dio la razón al joven teólogo -que se convirtió en el Papa Benedicto XVI- ya que la ola de suicidios en los jóvenes lo comprueba. El hombre del siglo XXI  no soporta finalmente la soledad profunda que vive aunque todos los días esté rodeado de mucha gente en un internet de la calle. Finalmente se suicida, dándose cuenta muy tarde de que lo que realmente buscaba en el mundo virtual era que alguien lo quiera. Sí, lamentablemente para él, el amor no es virtual sino que es personal, o mejor, el Amor es una Persona. De dar a conocer a esta Persona trataré en esta catequesis.




[1] Cf. BENEDICTO XVI, Carta Enc. “Caritas in veritate”, n 19.