Sobre el método de las ciencias y sus condiciones de aplicabilidad
I.
Introducción
La
ciencia no sólo es importante para el hombre por sus muchos descubrimientos,
sino también por sus métodos y modos específicos de pensamiento. En este
trabajo nos dedicaremos a caracterizar las ciencias experimentales y a analizar
su método, veremos algunos de los muchos métodos que se pueden utilizar dentro
de la ciencia matemático-experimental para luego realizar una crítica racional
respecto a sus límites y alcances.
Las
ciencias naturales - cuyo objeto propio
es la naturaleza – son llamadas ciencias experimentales porque para comprobar
la validez de sus hipótesis, recurren al empleo sistemático de la
experimentación, es decir emplean el método
experimental. Pero la experimentación se apoya en teorías: necesitamos
teorías para planear los experimentos, para diseñar y construir los aparatos y
para interpretar sus resultados.
A
veces estas ciencias son denominadas ciencias
positivas, término que será preferible no usar porque conduce a una imagen
falsa de la ciencia. Este término proviene de la terminología positivista,
según la cual la ciencia debería limitarse a establecer relaciones entre datos
observables; sin embargo, esta exigencia es imposible de cumplir, porque no
existen “datos” puros independientes de toda teoría.
Características específicas de las ciencias experimentales
En
su conjunto, la ciencia experimental se caracteriza por la combinación de dos
objetivos, que forman como un único objetivo con un doble aspecto: el conocimiento de la naturaleza, por una
parte, y su dominio controlado, por la otra. Se trata de una combinación
muy peculiar, que no fue desarrollada sistemáticamente hasta el siglo XVII. La
combinación de esos dos objetivos en uno solo es fuente de muchos equívocos que
todavía existen en la actualidad acerca del valor de la ciencia experimental y,
en consecuencia, acerca del valor de las ciencias humanas y del conocimiento
humano en general. Por eso tiene enorme importancia comprender el significado
de esa combinación de objetivos teóricos y prácticos.
El conocimiento científico
Podemos
resumir las características del conocimiento científico en tres cualidades: el
conocimiento científico es general, social y legal. Lo fundamental para que un
conocimiento pueda llamarse científico, es que tal conocimiento sea comunicado.
El conocimiento no comunicado de hecho, aunque en principio sea comunicable, no
integra el sistema científico al que por su naturaleza está destinado. La
diferencia entre el conocimiento vulgar y el científico es que el primero se
aprende naturalmente y el científico se obtiene mediante el estudio y la
investigación.
El
conocimiento científico, pues, se representa en conglomerados de proposiciones
agrupadas en torno de hipótesis, de leyes o de conjuntos de leyes que buscan
comprender ciertos sectores del universo. El modo en que estas proposiciones se
fundan unas en otras constituye su unidad lógica; el hecho de referirse a un
mismo sector del universo constituye su unidad temática. Una ciencia es, pues,
una agrupación de conocimientos científicos organizados entre sí
sistemáticamente.
La
actividad del hombre de ciencia consiste, en términos genéricos, en recopilar
datos, elaborarlos, extraer de ellos conclusiones, confrontar estas
conclusiones con otros datos y con el resultado de otras investigaciones,
ordenar todas las conclusiones de un modo sistemático y exponerlas con
precisión.
Las
ciencias fácticas tienen como fuente principal la experiencia y las ciencias
formales tienen como fuente básica el razonamiento
Método y metodología
El
método (del griego métodos: metá, a
lo largo, y hodós, camino: “ir a lo
largo del (buen) camino”) es la “forma y manera de proceder en cualquier
dominio, de ordenar la actividad y ordenarla a un fin”.
Según
M. Bunge, un método es un procedimiento para tratar un conjunto de problemas.
Este procedimiento es “regular, explícito y repetible para lograr algo ya sea
material o conceptual”.
Descartes
afirma que el método sirve “para dirigir la razón y buscar la verdad en las
ciencias.”. Sócrates, en la Mayéutica, muestra la
unidad entre filosofía y método. G. Gadamer titula su obra Verdad y Método. Para Bacon, el método es el inductivo: conjunto de
reglas para observar fenómenos e inferir conclusiones de esas observaciones.
Galileo, padre de la ciencia natural moderna, propone hipótesis y las somete a
prueba experimental.
La
metodología es un estudio de los diferentes procedimientos de prueba, de
técnica, de estrategia y de investigación utilizados en las ciencias de cara a
la investigación de lo que denominamos realidad.
Para
cada orden de cosas puede haber una metodología diferente. Hay metodologías que
se refieren a la técnica física y otras que se ocupan de las acciones del
espíritu: métodos de pensamiento o normas del recto pensar. Hay hoy en día un
cierto pluralismo de métodos aunque existen reglas (que evitan la
arbitrariedad), las cuales no vienen de teorías abstractas de racionalidad sino
del proceso mismo de investigación.
Sin
pensamiento metódico no es posible ni la ciencia ni la filosofía. El método no
suple el talento y a la creatividad, sino que les ayuda. El talento y la
creatividad pueden incluso crear nuevos métodos.
II.
El método científico y algunos métodos de la ciencia
El método científico
El
método científico sirve para adquirir o comprobar los conocimientos de la
ciencia. Es un procedimiento que se aplica al ciclo entero de la investigación
en el marco de cada problema de conocimiento, una estrategia de investigación
que tiene por objeto averiguar la verdad de proposiciones.
K.
R. Popper decía que “los filósofos son tan libres como cualquiera otras
personas de emplear cualquier método en la búsqueda de la verdad”. El único
método de toda “discusión racional” y, por ello, tanto de las ciencias de la
naturaleza como de la filosofía, es el de “enunciar claramente los propios
problemas y de examinar críticamente las diversas soluciones propuestas”.
El solía utilizar el siguiente esquema para representar el esqueleto del
“método” científico:
En
este esquema, el “problema” inicial (P1) es el punto de partida. El
trabajo científico siempre comienza con problemas. Existen problemas de tipos
muy diferentes: hay problemas empíricos, que se encuentran muy próximos al
nivel de lo observable, problemas teóricos, mucho más abstractos, y toda una
gama de tipos intermedios. En cualquier caso, la regla básica del método
científico es delimitar en qué consiste el problema que intentamos resolver.
Sobre esa base, proponemos una “teoría tentativa” (TT1) que pueda
aportar una solución. Obsérvese que aquí “teoría” significa “hipótesis”, sin
más, que literalmente significa “lo que se supone”. A continuación evaluamos la
hipótesis y, eventualmente, detectamos los errores que contiene y procedemos a
la “eliminación de error” (EE1), lo cual nos conduce a una nueva
formulación del problema inicial, o sea, a un nuevo problema (P2), y
así sucesivamente.
Pasos del método científico
Del
esquema anterior observamos varios puntos importantes respecto a los pasos de un método científico: que no existe un método automático para obtener
conocimientos interesantes; que, en consecuencia, debemos formular hipótesis que van más allá de
lo que puede ser garantizado en el estado actual de nuestro conocimiento; que
hemos de someter esas hipótesis a pruebas teóricas y empíricas; que el
resultado de esas pruebas proporcionará indicaciones sobre la adecuación de
nuestra hipótesis para resolver el problema inicial; que, si el problema no
queda resuelto, al menos podremos avanzar y reformular el problema realizando
un progreso.
En
cualquier caso, queda claro que la ciencia gira en torno a la solución de
problemas, y que, incluso cuando pensamos haber resuelto un problema, siempre
podremos formular nuevas preguntas a partir de la nueva situación.
En
definitiva, dando por supuesto que siempre partimos de algún problema que
intentamos resolver, el esquema general del método científico se puede
sintetizar mediante la combinación de la construcción
de hipótesis explicativas y la comprobación
de su validez, utilizando los recursos teóricos y empíricos disponibles. La
comprobación de la validez de las hipótesis siempre ha de incluir una
referencia al control experimental; esa referencia tendrá una fuerza lógica
variable, de acuerdo con las posibilidades conceptuales y experimentales
disponibles en cada momento, pero tiene que ser posible, al menos en principio,
someter nuestras hipótesis al control experimental: en caso contrario, no
tendrán cabida en la ciencia experimental.
En
resumen y a pesar de que criticaremos más adelante algunos de estos pasos,
diríamos que en general el método científico tiene los siguientes pasos:
a) Observación: El primer paso es la observación de una parte limitada del universo o
población que constituye la muestra. Anotación de lo “observable”, posterior
ordenamiento, tabulación y selección de los datos obtenidos, para quedarse con
los más representativos.
b) Hipótesis: Se desarrolla en esta etapa, el planteamiento de las hipótesis que expliquen
los hechos ocurridos (observados). Este paso intenta explicar la relación
causa-efecto entre los hechos. Para buscar la relación causa-efecto se utiliza
la analogía y el método inductivo –que se explicará más adelante – La hipótesis
debe estar de acuerdo con lo que se pretende explicar (atingencia) y no se debe
contraponer a otras hipótesis generales ya aceptadas. La hipótesis debe tener
matices predictivos, si es posible. Cuanto más simple sea, más fácilmente
demostrable (las hipótesis complejas, generalmente son reformulables a dos o
más hipótesis simples). La hipótesis debe poder ser comprobable
experimentalmente por otros investigadores, o sea debe ser reproducible.
c) Experimentación: La hipótesis debe ser comprobada en estudios “controlados”, con
auténtica “veracidad”.
Algunos métodos de la ciencia
El método axiomático y deductivo
Todo conocimiento
que no está dado inmediatamente debe ser conocido “mediatamente”, es decir,
mediante otro. En todo conocimiento mediato (derivado, inferido) se ha de
concluir o deducir una proposición de otra. El método deductivo consiste en la
totalidad de “reglas y procesos”, con cuya ayuda es posible deducir
“conclusiones finales” a partir de unos enunciados supuestos llamados
“premisas”. La operación en la que se formulan las “premisas” y las “reglas de
conclusión” se llama “demostración”. La regla de la deducción es el “modus
ponendo ponens”: si de una hipótesis se sigue una consecuencia y esa hipótesis
se da, entonces, necesariamente, se da la consecuencia.
El esquema o figura de la deducción se puede representar de la manera
siguiente:
Si A, también B, A B
Es así que A A
Luego B B
En
la deducción se concluye la premisa menor de un enunciado condicional y de su
premisa mayor. La regla de deducción es absolutamente infalible cuando las
premisas son verdaderas. Esta validez general, llamada a veces “a priori”,
pertenece al dominio lógico o formal-lógico. La lógica es el fundamento de la
metodología deductiva, de la regla conclusiva. El argumento deductivo, si no es
el único, es el principal objeto de la lógica formal. Se suele considerar la
palabra “argumento” como sinónimo de “argumento deductivo”. En el mismo sentido
se puede emplear la palabra “deducción” e “inferencia”.
La forma suprema
del método deductivo es el método axiomático. Los axiomas constituyen las
premisas fundamentales – las cuales no necesitan demostrarse - de toda
demostración. La “conclusión” de la deducción se denomina “teorema”. Cuando los axiomas no son evidentes y son aceptados a
título de hipótesis cuyo valor debe ser confirmado por sus consecuencias,
reciben el nombre de postulados.
Los métodos inductivos y experimentales
Tradicionalmente
la ciencia experimental se denominó ciencia inductiva, para subrayar que la
“inducción” era el método privilegiado que permitía a la ciencia experimental,
y sólo a ella, construir un edificio sólido a partir de la experiencia.
La
inducción es el paso de lo particular a lo general. Según la perspectiva recién
mencionada, la ciencia procede de acuerdo con el método inductivo: comienza con
la observación de hechos, prosigue esa observación hasta que se consigue
establecer relaciones entre las diferentes observaciones, y así se llega a
formular leyes que correlacionan fenómenos observados. Las generalizaciones
son, al principio, de bajo nivel, o sea, muy próximas a los hechos observados.
Pero, al continuar ese proceso, se obtienen leyes cada vez más generales.
Cuando ya disponemos de algunas leyes muy generales, procedemos a formular
teorías que sintetizan los conocimientos obtenidos mediante las leyes. Se llega
así a una imagen de la ciencia como una pirámide en la cual, a partir de los
hechos, se van subiendo escalones que son leyes cada vez más generales,
obtenidas por inducción. La representación gráfica podría ser la siguiente:
Si A, también B, A B
Es así que B B
Luego A A
Se
trata de una generalización de la premisa menor (= inducción). La inducción se
suele caracterizar como un raciocinio que va de lo singular o particular a lo
general o universal. Esa tiende a desarrollar teorías científicas generales a
partir de observaciones particulares.
Ejemplos de
enunciados singulares u observacionales:
-
A las doce de la noche del 1 de
Enero de 1975, Marte aparecía en tal y tal posición en el cielo.
-
Ese palo, sumergido parcialmente
en el agua, parece que está doblado.
-
El Señor Fulano golpeó a su mujer.
-
El papel tornasol se vuelve rojo
al ser sumergido en el líquido.
Ejemplos de
enunciados universales:
-
Los planetas se mueven en elipses
alrededor del sol.
-
Cuando un rayo de luz pasa de un
medio a otro cambia de dirección de tal manera que el seno del ángulo de
incidencia dividido por el seno del ángulo de refracción es una característica
constante de los dos medios.
-
Los animales en general poseen una
necesidad inherente de algún tipo de descarga agresiva.
-
Los ácidos vuelven rojo el papel
tornasol.
Sobre la
inducción matemática. - Existe la así llamada “inducción
matemática” o “inducción impropia”: si F corresponde al número a (f(a) cierta)
y, en caso de que corresponda al número n (f(n) cierta), que implique que F corresponde al número n+1 (f(n+1) cierta),
entonces F corresponde a todo número natural que esté dentro de: [a,¥>. Evidentemente si a es el primero de los números naturales, la
proposición será cierta para todo el conjunto N. Ambos pasos parciales son, en
último término, procesos deductivos, por lo que cabría decir que, realmente, el
método de inducción matemática es, en realidad, un proceso de deducción. En
realidad, el nombre que le damos de “inducción matemática” se debe simplemente
a que lo asociamos en nuestra consciencia con los razonamientos inductivos
basados en las experiencias de verosimilitud de las ciencias naturales y
sociales, a pesar de que el paso inductivo de la demostración es una
proposición general que se demuestra como un riguroso proceso deductivo, sin
necesidad de ninguna hipótesis particular. Es por esto por que también se le
denomina “inducción perfecta” o “inducción completa”. Como ejemplo de
aplicación del método, demostremos que la suma de los n primeros números
naturales viene dada por la expresión
, o sea: 0 +1 +2 +3+......+ n = 
Proceso:
Para n = 0: 0 =
, se verifica
Para n = 1: 0 + 1 =
, se verifica
Sea cierta la
expresión para n = k: 0 + 1 +2 +....+ k = 
Y veamos que,
entonces, ha ser cierta para n = k + 1:
0 + 1 +2 + ....+ k + k+1 = 
En efecto:
0+1+2+...+k (k+1) =
+ k+1 = 
La
“inducción propia” (empírica) es un procedimiento conclusivo y amplificativo en
el que se va no sólo de lo particular a lo general (“inducción completa”: si
cada uno de los elementos de una clase finita de objetos tiene la propiedad P,
se pasa a afirmar que todos los elementos de la clase tienen la propiedad P;
fenómeno que no ofrece dificultades, pero tampoco presta gran ayuda al
conocimiento científico), sino de algunos particulares a lo general, como
hipótesis o teorías (= “inducción incompleta” o “propiamente dicha”).
Se
caracterizó a la ciencia experimental por el empleo del método inductivo
gracias, en parte, al influjo de Bacon y de Newton. Cuando comenzaba el
desarrollo moderno de la nueva ciencia, Francis Bacon afirmó, en su Novum Organum de 1620 que el aspecto
fundamental del método científico era la inducción; sólo así se podrían evitar
las especulaciones inútiles de los antiguos y establecer una ciencia
sólidamente basada en los hechos y capaz de conducir a predicciones. Según
Bacon, el método de la ciencia consiste en “hacer salir de la experiencia las
leyes generales”, para lo cual se precisa contar con una base suficientemente
amplia de hechos; ahora bien, como la cantidad de hechos es tan basta y
variada, es preciso utilizar procedimientos que ayuden a relacionar los hechos
(se trata de sus famosas tablas de presencia, de ausencia y de grados). Pero,
prosigue Bacon, “a pesar de tales auxilios, el espíritu, abandonado a sí mismo
y a sus libres movimientos, es impotente e inhábil para descubrir las leyes
generales; es preciso regularlo y prestarle socorros. He aquí por qué en tercer
lugar, es preciso emplear una inducción legítima y verdadera, que es en sí
misma la clave la de la interpretación”.
El método hipotético-deductivo
Cuando
se estudia un problema cualquiera, el camino lógico para encontrar soluciones
consiste en formular hipótesis acerca de la posible solución y comprobar si
esas hipótesis están de acuerdo con los datos disponibles. Se utiliza este
procedimiento constantemente, tanto en la vida ordinaria como en la
investigación científica. Las diferencias en su utilización dependen de que los
problemas puedan resolverse mediante hipótesis empíricas, muy próximas al nivel
observacional (que es lo que suele suceder en la vida ordinaria), o exijan la
formulación de hipótesis más abstractas, que en el caso extremo son sistemas
teóricos (que es lo que sucede en las ciencias).
La
estructura lógica del método es la misma en todos los casos: la validez de las
hipótesis depende de que se consiga comprobar la validez de las consecuencias
que de ellas se deducen. Y esta estructura lógica implica que nunca puede
demostrarse estrictamente la verdad de las hipótesis mediante el método
hipotético-deductivo, mientras que, por el contrario, es posible demostrar su
falsedad. En efecto, una misma consecuencia puede ser deducida a partir de
diferentes premisas, de modo que la comprobación de la validez de las
consecuencias no implica lógicamente que las premisas sean correctas. En
cambio, si se comprueba que una sola consecuencia es falsa, se sigue que hay
algún error en las hipótesis que han servido de premisas para deducirla. Se
trata de la asimetría lógica entre verificación y falsación, que ocupa un lugar
central en la epistemología contemporánea, en buena parte debido a la
influencia de Kart R. Popper.
III.
El problema de la filosofía de las ciencias
El problema de la inducción
Según
el inductivista ingenuo, la ciencia comienza con la observación; la observación
proporciona una base segura sobre la que se puede construir el conocimiento
científico, y el conocimiento científico se deriva, mediante la inducción de
los enunciados observacionales. Estos tres supuestos serán refutados en este
capítulo.
El
principio de inducción dice más o menos así: “Si en una gran variedad de
condiciones se observa una gran cantidad de A y todos los A observados, sin
excepción, poseen la propiedad B, entonces todos los A poseen la propiedad B”.
Este es el principio básico en el que se basa la ciencia, si se acepta la
postura inductivista ingenua. Pero “¿Cómo se puede justificar el principio de
inducción?”. Esto es, si la observación nos proporciona un conjunto seguro de
enunciados observacionales como punto de partida (cosa que no es así pero que
por ahora asumiremos), ¿por qué el razonamiento inductivo conduce al
conocimiento científico fiable e incluso verdadero? Al inductivista se le abren
dos vías de acercamiento al problema para intentar responder a esta cuestión.
Podría tratar de justificar el principio apelando a la lógica o podría intentar
justificar el principio apelando a la experiencia, recurso que yace en la base
de toda su concepción científica.
Examinemos sucesivamente estas dos posibilidades.
Las
argumentaciones lógicas válidas se caracterizan por el hecho de que, si la
premisa de la argumentación es verdadera, entonces la conclusión debe ser
verdadera. Las argumentaciones deductivas poseen ese carácter. El principio de
inducción estaría de seguro justificado si las argumentaciones inductivas
también lo poseyeran, pero no es así. Las
argumentaciones inductivas no son argumentaciones lógicamente válidas. No se da
el caso de que, si las premisas de una inferencia inductiva son verdaderas,
entonces la conclusión deba ser verdadera. Es posible que la conclusión de
una argumentación inductiva sea falsa y que sus premisas sean verdaderas sin
que ello suponga una contradicción. Supongamos, por ejemplo, que hasta la fecha
haya observado una gran cantidad de cuervos en una amplia variedad de
circunstancias y que haya observado que todos ellos han sido negros y,
basándome en eso, concluyo: “Todos los cuervos son negros”. Esta es una inferencia
inductiva perfectamente lícita. Las premisas de esta inferencia son un gran
número de enunciados del tipo: “Se observó que el cuervo x era negro en el
momento t” y consideramos que todos eran verdaderos. Pero no hay ninguna
garantía lógica de que el siguiente cuervo que observe no sea rosa. Si éste
fuera el caso, entonces “Todos los cuervos son negros” sería falso. Esto es, la
inferencia inductiva inicial, que era lícita en la medida en que satisfacía los
criterios especificados por el principio de inducción, habría llevado a una
conclusión falsa, a pesar de que todas las premisas de la inferencia fueran verdaderas. No supone
ninguna contradicción lógica afirmar que todos los cuervos observados han
resultado ser negros y también que no todos los cuervos son negros. La
inducción no se puede justificar sobre bases estrictamente lógicas.
Un
ejemplo de la cuestión, más interesante, lo constituye la explicación de la
historia del pavo inductivista por Bertrand Russell. Este pavo descubrió que,
en su primera mañana en la granja avícola, comía a las 9 a.m. Sin embargo, siendo como
era un buen inductivista, no sacó conclusiones precipitadas. Esperó hasta que
recogió una gran cantidad de observaciones del hecho de que comía a las 9 a.m. e hizo estas
observaciones en una gran variedad de circunstancias, en miércoles y en jueves,
en días fríos y calurosos, en días lluviosos y en días soleados. Cada día
añadía un nuevo enunciado observacional a su lista. Por último, su conciencia
inductivista se sintió satisfecha y efectuó una inferencia inductiva para
concluir: “Siempre como a las 9
a.m.” Pero se demostró de manera indudable que esta
conclusión era falsa cuando, la víspera de Navidad, en vez de darle la comida,
le cortaron el cuello. Una inferencia inductiva con premisas verdaderas ha
llevado a una conclusión falsa.
El
principio de inducción no se puede justificar simplemente apelando a la lógica.
Dado este resultado, parecería que al inductivista sólo le queda la vía de la
experiencia. ¿Cómo sería una derivación semejante? Probablemente, sería algo
así. Se ha observado que la inducción funciona en un gran número de ocasiones.
Por ejemplo, las leyes de la óptica, derivadas por inducción de los resultados
de los experimentos de laboratorio, se han utilizado en numerosas ocasiones
para diseñar instrumentos ópticos y estos instrumentos han funcionado de modo
satisfactorio. Asimismo, las leyes del movimiento planetario, derivadas de
observaciones de las posiciones de los planetas, etc., se han empleado con
éxito para predecir eclipses. Se podría ampliar esta lista con informes de
explicaciones y predicciones posibilitadas por leyes y teorías científicas
derivadas inductivamente. De este modo, se justifica el principio de inducción.
La
anterior justificación de la inducción es completamente inaceptable, como ya
demostrara David Hume a mediados del s. XVIII. La argumentación que pretende
justificar la inducción es circular ya que emplea el mismo tipo de
argumentación inductiva cuya validez se supone que necesita justificación. La
forma de la argumentación justificatoria es la siguiente:
El principio de
inducción funcionó con éxito en la ocasión x1
El principio de
inducción funcionó con éxito en la ocasión x2
Etcétera.
El principio de
inducción funciona siempre…
Aquí
se infiere un enunciado universal que afirma la validez del principio de
inducción a partir de cierta cantidad de enunciados singulares que registran
aplicaciones con éxito del principio en el pasado. Por lo tanto, la
argumentación es inductiva y, no se puede, pues, utilizar para justificar el
principio de inducción. No podemos
utilizar la inducción para justificar la inducción. Esta dificultad, que va
unida a la justificación de la inducción, ha sido denominada tradicionalmente
“el problema de la inducción”.
Además
de la circularidad que conllevan los intentos de justificar el principio de
inducción, el principio adolece de otras desventajas. Estas desventajas
proceden de la vaguedad y equivocidad de la exigencia de que se realice un
“gran número” de observaciones en una “amplia variedad” de circunstancias.
¿Cuántas
observaciones constituyen un gran número? ¿Cuántas veces hay que calentar una
barra de metal, diez veces, cien veces, antes de que podamos concluir que
siempre se dilata al ser calentada? Sea cual fuere la respuesta a esta
cuestión, se pueden presentar ejemplos que hagan dudar de la invariable
necesidad de un gran número de observaciones. Para ilustrar esta cuestión, nos
referiremos a la fuerte reacción pública en contra de la guerra nuclear que
siguió al lanzamiento de la primera bomba atómica en Hiroshima al final de la
segunda guerra mundial. Esta reacción se basaba en la constatación de que las
bombas atómicas originan destrucción y muerte por doquiere y un enorme
sufrimiento humano. Y, no obstante, esta creencia generalizada se basaba en una
sola y dramática observación. Del mismo modo el inductivista ingenuo tendría
que poner su mano en el fuego muchas veces antes de concluir que el fuego
quema. En circunstancias como éstas, la exigencia de un gran número de
observaciones parece inapropiada. En otras situaciones la exigencia parece más
plausible. Por ejemplo, estaríamos justificadamente poco dispuestos a atribuir
poderes sobrenaturales a un adivino basándonos en una sola predicción correcta. Tampoco sería justificable concluir una
conexión causal entre fumar y el cáncer de pulmón basándonos en la evidencia de
un solo fumador que contraiga la enfermedad. Está claro en estos ejemplos que
si el principio de inducción ha de ser una guía de lo que se considere una
lícita inferencia científica, entonces hay que matizar con cierto cuidado la
cláusula del “gran número”.
Además,
la postura inductivista ingenua se ve amenazada cuando se examina en detalle la
exigencia de que se efectúen las observaciones en una amplia variedad de
circunstancias cuando se examina en detalle la exigencia de que se efectúen las
observaciones en una amplia variedad de circunstancias. ¿Qué se ha de
considerar como variación significativa en las circunstancias? Por ejemplo,
cuando se investiga el punto de ebullición del agua ¿es necesario variar la
presión, la pureza del agua, el método de calentamiento y el momento del día?
La respuesta a las dos primeras sugerencias es “sí” y a las dos segundas es
“no”. Pero, ¿en qué nos basamos para dar estas respuestas? Esta cuestión es
importante porque la lista de variaciones se puede extender indefinidamente
añadiendo una variedad de variaciones adicionales tales como el color del
recipiente, la identidad de experimentador, la situación geográfica, etc. A
menos que se puedan eliminar esas variaciones “superfluas”, el número de
variaciones necesarias para hacer una lícita inferencia inductiva será
infinitamente grande. ¿Sobre qué base, pues, se considera superflua una gran
cantidad de variaciones? Creemos que la respuesta está bastante clara. Las variaciones que son significativas se
distinguen de las que son superfluas apelando a nuestro conocimiento teórico de
la situación y de los tipos de mecanismos físicos operativos. Pero admitir
esto es admitir que la teoría desempeña un papel vital antes de la observación.
El inductivista ingenuo no puede admitir eso.
El problema de la inducción según varios autores
Bertrand
Russell
dirá que con la inducción sólo se puede hablar de probabilidades y que un
número suficiente de casos de asociación convertirá la probabilidad en “casi”
una certeza.
W.M.
O’Neil,
en su crítica a la inducción, dirá que sólo somos capaces de observar algunos
casos de entre los diversos posibles y que por desgracia, nadie ha descubierto
aún una receta infalible para efectuar, mediante inducción, generalizaciones
válidas a partir de la observación de un número limitado de hechos
particulares. El científico no infiere de manera estrictamente lógica sino que
inventa, imagina o construye sus teorías; los hechos sólo le sugieren indicios
pero no es posible afirmar que “puesto que los hechos son como son, entonces la
teoría es correcta”.
Según
K. Popper, la inducción es innecesaria ya que nunca es posible “justificar” o
verificar las teorías científicas. A pesar de ello podemos decir que una
hipótesis A aventaja a otra B: bien sea porque B esté en contradicción con
algunos resultados de la observación – y por tanto quede “falsada” (falsación
Popperiana) – o porque sea posible deducir más predicciones valiéndose de A que
de B. Lo más que podemos decir de una hipótesis es que hasta el momento ha sido
capaz de mostrar su valía, y que ha tenido más éxito que otras: aun cuando, en
principio, jamás cabe justificarla, verificarla ni siquiera hacer ver que sea
probable. La evaluación de la hipótesis se apoya exclusivamente en las
consecuencias deductivas (predicciones) que pueden extraerse de ella: no se
necesita ni mencionar la palabra “inducción”.
A
los ojos de los mantenedores de la lógica inductiva, la importancia de un
principio de inducción para el método científico es máxima, sin él – dice
Reichenbach – la ciencia perdería el derecho de distinguir sus teorías de las
creaciones fantásticas y arbitrarias de la imaginación del poeta. Tal principio
no puede ser una verdad puramente lógica, como una tautología o un enunciado
analítico sino que sería un enunciado sintético: esto es, uno cuya negación no
sea contradictoria, sino lógicamente posible, pero, surgiría la cuestión de por
qué habría que aceptar semejante principio, y de cómo podemos justificar
racionalmente su aceptación.
Popper
considera las dificultades de la lógica inductiva insuperables y lo mismo
ocurre con la doctrina, tan corriente hoy, de que las inferencias inductivas,
aun no siendo “estrictamente válidas”, pueden alcanzar cierto grado de
“seguridad” o de “probabilidad”.
Problemas con la observación
Pero
habría problemas desde la observación. La observación depende de la teoría. El
inductivismo ingenuo tiene dos supuestos en relación a la observación, ambos
falsos:
- La ciencia comienza con la
observación.
- La observación da una base segura
para derivar el conocimiento
Si
esto fuera cierto, ¿cómo se explica los avances en el estudio de elementos
sub-atómicos si estos no se pueden “ver”?
Se
sabe que dos personas que observen el mismo objeto desde el mismo lugar y en
las mismas circunstancias no tienen necesariamente idénticas experiencias
visuales aunque las imágenes que se produzcan en sus retinas sean prácticamente
idénticas. Lo que un observador ve depende en parte de su cultura (su
experiencia, sus expectativas, sus conocimientos) y su estado general. Se suma
a este hecho de que las teorías preceden a los enunciados observacionales, es
decir, los enunciados observacionales se hacen en el lenguaje de alguna teoría.
Por lo tanto, es falso que la ciencia comience con la observación. Esta postura
es contraria a la que sostienen los inductivitas, que ven en la observación la
fuente del conocimiento.
Los
inductivistas más modernos establecen una diferencia entre el modo de
descubrimiento de una teoría y su modo de justificación. Admiten que las
teorías se pueden concebir tras un momento de inspiración, accidentalmente,
tras períodos de observaciones u otros. Se sabe que visualmente las teorías son
concebidas antes de hacerse las observaciones que las comprueban. Para los
acérrimos defensores del inductivismo, las teorías sólo tienen sentido si se
pueden verificar mediante la observación. Pero no se puede mantener esta
división tajante entre teoría y observación ya que esta última está influida
por la teoría.
El problema de la ciencia según algunos autores contemporáneos
Peirce, Charles Sanders (1839-1914).
Contribuye a la filosofía de la ciencia en su temprana versión de la teoría de
la probabilidad y de la justificación de la inducción como método que nos
llevará a la verdad. Afirma: “la verdad es aquello a lo que finalmente la
comunidad se acostumbra”. Creador del “pragmatismo”: el significado de una
concepción, esto es, de una palabra o de una expresión, no es nada más que la
suma de sus efectos prácticos y la aceptación que haga de ellos la comunidad.
Popper, Karl (1902-1994). Es un
“falibilista”, alguien que mantiene que no es posible conocer la verdad sino
sólo detectar el error. El “conocimiento científico” es un conocimiento no
verdadero ni probablemente verdadero, sino simplemente hipotético que avanza
mediante conjeturas en forma de hipótesis cuya posible falsedad se intenta
descartar sometiéndolas a una posible refutación.
El
falsacionismo dice que la ciencia comienza con la teoría (el induccionismo dice
que con la observación). La verdad nos e encuentra fortuitamente sino que se
elabora, se presuponen y luego se la justifica. La ciencia progresa gracias al
ensayo-error, a las conjeturas y refutaciones. Se pasa de la verificación a la
verosimilitud, tal o cual teoría no es verdadera sino la mejor disponible o la
más cercana a la verdad.
Mientras
que la aceptación de una teoría es provisional, el rechazo de una teoría puede
ser concluyente. Una teoría falsada es superior a otra no falsada si ha
resistido pruebas que sus predecesoras no pudieron resistir.
Pero, ¿se puede falsar concluyentemente las
teorías científicas? Es el problema de si la ciencia es objetiva y observacional,
de que los enunciados observacionales dependen de la teoría y son falibles
(verdad de enunciados que se presuponen). Popper acaba incluyendo un elemento
subjetivo (los enunciados básicos son el resultado de una decisión o acuerdo y
son convencionales en cierto modo): la falsación depende de una base
observacional que es falible.
Kuhn, Thomas Samuel (1922-1996). Famoso
por sus “paradigmas”.
Según él, la ciencia progresa a través de una sucesión de períodos, cuya
secuencia es “paradigma-ciencia normal-crisis-revolución-nueva ciencia
normal-nuevo paradigma”. Se inicia con un período de ciencia normal, donde se
solucionan “enigmas” bajo un paradigma o modelo (normas, métodos, presupuestos,
verdades fundamentales). Es el período de crecimiento y desarrollo científico.
Se acepta el paradigma como “verdad” hasta que aparecen anomalías que el
paradigma o ciencia normal no puede resolver. Conforme aparezca otro que sí lo
pueda, se inicia el período de crisis y si esto se mantiene, el de revolución
científica hasta que se generaliza y acepta como nuevo paradigma y así
sucesivamente.
Se
concluye, pues, que la verdad es relativa y se cae en un historicismo. La
verdad es convencional, fruto del consenso de la comunidad científica según
decía Peirce, pero, en palabras de Kuhn: “Un paradigma es lo que los miembros
de una comunidad científica comparte y recíprocamente, una comunidad científica
consiste en hombres que comparten un paradigma.”
La
consolidación inicial de diversas ciencias ha pasado por cambios como los
descritos por Kuhn: el paso de la astronomías geocéntrica al sistema copernicano, el paso de la física cualitativa
y verbal de Aristóteles a la física matemática y experimental de Galileo, el
paso de la mecánica newtoniana a la cuántica, etc.
El
progreso no es acumulativo o eliminatorio sino un progreso a través de
revoluciones que proponen paradigmas incomparables entre sí. El método
científico sólo tiene cabida dentro de cada período de ciencia normal, ya que
las revoluciones cinéticas no ocurren metódicamente, constituyen auténticos
hiatos o discontinuidades. El progreso por tanto no es continuo. No es
acercamiento a la verdad. El progreso no es una evolución hacia un objetivo
determinado, sino a lo sumo un mejoramiento desde el conocimiento disponible;
lo más que puede afirmarse es que cada paradigma nuevo es un instrumento menor
para resolver enigmas.
Feyerabend, Paul K. (1924-1994). Pasó por
ser popperiano, antirracionalista, empirista, antiempirista, antipositivista,
relativista. Dice que toda metodología es incompatible con la historia de la
ciencia. Defiende a Lakatos cuando afirma que los programas de la ciencia son
criterios, no reglas. No se explicita una obligación metodológica. Introdujo el
concepto de inconmensurabilidad – que comparte con Wittgenstein y Kuhn – para
referirse a teorías científicas disjuntas: conceptos y enunciados
observacionales dependen del contexto, son incompatibles e intraducibles entre
sí.
La
elección de teorías y criterios es subjetiva (contra el objetivismo popperiano),
depende de nuestros juicios estéticos, de valor, prejuicios metafísicos y
religiosos. Esta subjetividad se reduce en inconmensurabilidad (libertad). La
ciencia es pretensiosa si se considera superior a otros campos del
conocimiento.
Feyerabend
afirmaba que ninguna teoría sería nunca consistente con todos los hechos
relevantes. Por ejemplo, a pesar de las serias dificultades de desviación
cuantitativa de la teoría de la gravitación de Newton, fue la dominante durante
siglos. En estos casos se recurre a una aproximación o se inventa una hipótesis
(“una hipótesis ad hoc” dice Feyerabend) que cubra la inconsistencia. Según él,
estas hipótesis (ad hoc) son abundantes en el cuerpo de la ciencia aunque la
actitud habitual en filosofía de la ciencia sea despreciarlas.
El
método que utiliza la ciencia en la sociedad occidental se ha convertido en un
“estatus mítico” como la mejor forma de adquirir conocimiento. Existe una
explícita manipulación al pretender el falso supuesto de que hay un método
científico universal. Contra el imperativo metodológico hay que incrementar la
libertad de los individuos. La
Razón y la
Ciencia han desplazado las creencias previas por un simple
“juego de poderes” (instrumentación, dinero, inteligencia, actitudes) no por
haber ganado ninguna argumentación.
Lakatos, Imre (1922-1974). Recoge ciertos
aspectos de la teoría de Kuhn, entre esos la importancia de la historia de la
ciencia. Cuestiona a Popper, pues la historia de la ciencia muestra que la
falsación no es una acción cotidiana de los científicos. La confirmación de los
supuestos científicos también es necesaria, pues nos permite tenerlos vigentes.
Para
Lakatos la falsación consiste en un triple enfrentamiento entre dos teorías
rivales y la experiencia. Las teorías rivales se confrontan con la experiencia;
una es aceptada y la otra es refutada. La refutación de una teoría depende del
éxito total de la teoría rival.
Afirma
que toda teoría nace con un conjunto de “hechos” que la refutan en el mismo
momento que es creada (a diferencia de Popper que hablaba de “falsadores
potenciales”) Esto le llevaba a considerar que la ciencia era incapaz de alcanzar la “verdad”, pero sugirió en sus
Programas de Investigación Científica (PIC), que cada nueva teoría era capaz de
explicar más cosas que la anterior y de predecir hechos nuevos que nadie antes
se había planteado.
Para
Lakatos, por tanto, las teorías son estructuras organizadas, por lo que plantea
una nueva unidad de análisis: el programa de investigación científica, que es
ante todo una guía, un conjunto de teorías relacionadas entre sí, de manera que
unas se genera partiendo de las anteriores. Estas teorías comparten un núcleo
firme o duro (NF) infaltable – de manera convencional – por un cinturón
protector (CP) o conjunto de hipótesis auxiliares. Quedan como en Popper
excluidas las hipótesis ad-hoc ya que no son comprobables de manera
independiente y suelen salirse del PIC. Aunque Lakatos llega a afirmar incluso
que cualquier nueva teoría que se proponga para sustituir a una teoría
refutada, en el fondo no es más que (y no podría ser de otra manera) una teoría
ad hoc.
Otros:
Larry Laudan, en sus líneas o tradiciones
de investigación, plantea el problema de si la ciencia es acumulativa o sólo
abre caminos en la ignorancia.
J. Derec Sola Price, en su obra Big
science, litle science, afirma que nuestro conocimiento crece en ignorancia de
manera exponencial. Cuanto más sabemos, sabemos que sabemos menos.
J. Hocart, afirma que las ciencias del
espíritu tienen categoría epistemológica suficiente para elaborar un método
propio con visos de cientificidad; sus datos observacionales son los mismos que
sirven a las ciencias naturales para hacer sus inferencias y se ajustan a
criterios de verdad parecidos
IV.
Observaciones y Conclusiones
¿Existen
ámbitos de la realidad que no caen en absoluto bajo el control experimental, y
que, por lo tanto, no pueden ser objeto de las ciencias experimentales? Para
responder a tan importante pregunta, hay que tener en cuenta que el control
experimental supone la posibilidad de efectuar experimentos que, al menos en
principio, sean repetibles. En consecuencia, si existen ámbitos de la realidad
en los que no se dan esas condiciones, no podrán ser estudiados mediante el
método experimental.
La
ciencia experimental es incapaz de responder a este interrogante. No puede
decir nada a favor o en contra de que existan realidades que caen fuera de su
control, ya que, por principio, sólo es competente acerca de realidades que
sean experimentalmente controlables. Por consiguiente, si se pretende apoyar
sobre bases científicas la negación de realidades espirituales (como el alma
humana y Dios), se realiza una extrapolación injustificada que va en contra del
verdadero espíritu científico.
Esto
tiene implicaciones importantes por lo que respecta a las ciencias humanas y
sociales. En la medida en que el hombre posee unas características que se
encuentran por encima de lo puramente material, el estudio
científico-experimental del hombre y de su comportamiento individual y social
no puede pretender agotar la realidad que considera. Esto no significa que lo
humano, tanto individual como social, no pueda ser objeto de la ciencia
experimental bajo ningún aspecto, puesto que todo el ser humano se encuentra
relacionado de algún modo con lo material: por tanto, existe un amplio campo
para la investigación experimental. Sin embargo, las teorías reduccionistas
tales como el materialismo, el conductivismo, y los determinismos sociales o
históricos, se basan en ideologías ajenas al método experimental y, si se
presentan como si estuvieran avaladas por la ciencia, habrán de ser calificadas
como falsas teorías pseudocientíficas.
Según
el enfoque
subjetivo, el conocimiento científico es un conjunto de clases
especiales de creencias que mantienen los científicos. Una creencia sería
científica, y por tanto sería considerada parte del conocimiento científico, si
el individuo puede convencerse de que está justificada. El tipo de
justificación exigido o permitido dependerá de los detalles de la teoría
epistemológica que adopte. Por ejemplo, el inductivista extremo exigirá que
todo el conocimiento se derive, en última instancia, de los resultados de las
experiencias sensoriales directas, mientras que un filósofo influido por Descartes
o Kant podría considerar posible que un individuo justifique algún conocimiento
mediante un razonamiento cuidadoso. Sea cuales fueren los detalles de la
postura epistemológica que adopte, la principal característica del enfoque
subjetivo sigue siendo el hecho de que el conocimiento científico se construye
a base de conjuntos de creencias que el individuo puede justificar de alguna
manera.
Desde
el punto de vista subjetivista, el estudio detallado de la ciencia y de su
desarrollo supondrá los siguientes tipos de preguntas: ¿Cuál es la naturaleza
de las experiencias preceptuales? ¿Qué tipo de cambio psicológico tiene lugar
en un individuo cuando abandona una teoría y adopta otra? ¿Qué tipos de razones
o causas son efectivas o deberían ser efectivas a la hora de producirse un
cambio? ¿Qué convenció a Galileo de que Copérnico tenía razón? ¿Por qué fue
cada vez más fácil que la gente creyera que la tierra se movía a medida que
avanzaba el siglo XVII?
Este
enfoque comporta un matiz consensual – que Peirce y Kuhn compartirían – en el
que las creencias de los científicos están subordinadas a las de un tipo
especial de comunidad, la comunidad científica. El conocimiento científico
comprende aquellas teorías aceptadas por la comunidad. […] El enfoque
consensual se presta fácilmente a una interpretación relativista.
Las
cuestiones que interesan a este enfoque se acumulan a las del subjetivismo:
¿Cuáles han sido las normas que las comunidades científicas pasadas han exigido
de las teorías científicas? ¿Qué razones o causas son efectivas o deberían ser
efectivas a la hora de producirse un cambio en las teorías o normas de una
comunidad? ¿En qué tipos de circunstancias se puede alcanzar el consenso?
¿Cuáles son las importantes diferencias que hay entre las comunidades que han alcanzado
un consenso con relación a sus respectivos campos y las que no lo han logrado?
¿Cuáles fueron las principales causas del cambio de consenso concerniente a la
naturaleza del universo que constituyó la revolución copernicana?
Desde
el segundo punto de vista, el objetivista, constituye un error
considerar que el conocimiento científico es un conjunto de creencias, ya sean
individuales o colectivas. Las teorías científicas tienen una existencia
autónoma independiente de la opinión consensual o individual, a pesar de que la
participación de los científicos como individuos y las comunidades de los
científicos sea necesaria para generar y desarrollar esas teorías. La ciencia
es un proceso sin sujeto. Las teorías científicas mantienen ciertas relaciones
entre sí y con los datos disponibles, tienen ciertas consecuencias; las teorías
son coherentes o incoherentes, consecuentes o inconsistentes, etc., y poseen
propiedades independientemente de que los científicos o las comunidades de
científicos sean conscientes de ellas o no”.
El
enfoque objetivista lleva a preguntas del siguiente tipo: ¿Cómo se relaciona
esta teoría con los datos disponibles? ¿Es coherente esta teoría y proporciona
predicciones nuevas? ¿Cuál es la relación entre la teoría de Newton y la de Einstein?
¿Hay algún sentido en el que se pueda decir que la ciencia progresa en el
conocimiento de la verdad?
El
problema planteado pone en evidencia el terreno resbaladizo en el que la sociología de la ciencia de Merton y la Filosofía de la ciencia de Kuhn han colocado a la
omnipotente ciencia. Nuevos problemas se abren ante nosotros para el futuro: la
cientificidad y los criterios epistemológicos de las ciencias sociales, la
verdad o las verdades, el papel de la filosofía como discernimiento supra
científico sobre la ciencia, la racionalidad y su validez para el conocimiento
del mundo…
La
Fides et ratio
muestra lo oportuno de su aparición en esta época convulsiva de la crítica
radical que se hace al conocimiento científico que se creía omnipotente y que
pasa por una crisis en su desarrollo que no sabemos dónde va a acabar. Si le
añadimos a estos problemas los nuevos creados por los desarrollos imparables de
la genética, la medicina, y las complicaciones éticas que llevan aparejadas,
tendremos que convenir con Feyerabend que tal vez tendríamos que someter a la
ciencia a una revisión, a una comisión de sabios que le ponga límites y que la
reconduzca para reconvertirla en un bien solidario compartible de la humanidad,
en lugar de un negocio impersonal y voraz dirigido por el interés manipulador y
tantas veces antihumano.