miércoles, 21 de agosto de 2013

Catequesis para jóvenes: Samuel

Samuel
La Biblia nos dice que el gran profeta Samuel es llamado por Dios cuando éste apenas era un niño. El niño Samuel al escuchar la voz de Dios que le llamaba por su nombre ni siquiera reconocía que era la voz de Dios quien le llamaba porque “no le conocía” (cf. 1Sm 3, 7). Se necesita de un intérprete, en este caso, el sacerdote Elí, para que se nos indique: “Si vuelves a escuchar esta voz, responde: ‘habla, Señor, que tu siervo escucha’”. Reconocer la voz de Dios que nos habla también a través de los acontecimientos de nuestra historia, ciertamente es un don de Dios, pero también este don nos llega a través de un tercero que nos ilumine la historia a la luz de la palabra de Dios. Esto es algo que nosotros necesitamos siempre a lo largo de nuestra vida.
Es curioso pero esta parte de esta catequesis la escribo precisamente estando en cama, de madrugada, porque estoy enfermo. Pero recién la escribo a la tercera noche en vela. Las dos primeras noches no hice nada más que quejarme. Pero bastó que un hermano me visitara a mi habitación (les recuerdo que soy seminarista y vivo en un seminario) y me diga algo como lo que sigue: “Gustavo, ¿no será que Dios quiere hablar contigo y esta enfermedad sólo es un pretexto para tenerte despierto y así esperar a que levantes los ojos al cielo y le hables?”. Gracias a este hermano, fue en la tercera noche, al igual que Samuel, que recién dije: ‘Habla, Señor, que tu siervo escucha’. Fue una noche estupenda, la enfermedad no se curó pero tuve una inmensa paz interior y es así que buena parte de esta catequesis se escribió así, de madrugada, desde la cruz de la enfermedad.
Samuel se convirtió en un gran profeta y también fue el primer juez de Israel. Como juez se encargó de hacer presente a su pueblo la fidelidad de Dios a pesar de la infidelidad de Israel, en quien nos podemos ver a nosotros mismos. Como dice el apóstol san Pablo: “Si le somos infieles, Dios permanece fiel” (cf. 2Tm 2, 13). Este pueblo quiso vivir luego como “los otros pueblos” y le pidió a Samuel un rey. Samuel se entristeció mucho ya que este pedido era una ofensa a Dios. Pero Dios dijo a Samuel: “Haz caso a todo lo que el pueblo te dice, no te rechazan a ti sino que me rechazan a mí porque no quieren que reine sobre ellos” (1Sm 8,7ss) ¿No sucede lo mismo cuando queremos vivir como vive el mundo, de las modas, de lo que dicen los demás, imitando cualquier ‘viento de doctrina’ que se nos atraviesa? ¿No es ésta una tentación constante? Así como el pueblo de Israel rechaza a Dios quien era conocido como ‘el Rey de Israel’ ¿no rechazamos a Dios cuando nos mueven ‘las modas’ de este mundo? ¿Cómo quién quiere vivir un joven hoy? ¿No es acaso como el actor, cantante o jugador del momento? Pero de una manera impresionante Dios permite esto para que el pueblo de Israel –que somos nosotros- se dé cuenta que esos no son reyes verdaderos.

Samuel, ya anciano, fue a Belén enviado por Dios para escoger al rey de Israel. Antes ya había ungido al primer rey, Saúl, quien no agradó a Dios y fue rechazado porque prefirió agradar al pueblo antes que a Dios. ¿No es ésta también la tentación de un joven ante el grupo de ‘amigos’ en el cual no puede defender su fe sólo por el miedo a ser ridiculizado, el miedo al rechazo? Samuel fue a Belén porque tenía que escoger al rey de entre los hijos de Jesé y pensó que era uno de ellos sólo por el hecho de ser alto y fuerte. Pero Dios le dijo: “No te fijes en la apariencia porque Dios ve el corazón” (1Sm 16,7). Él había olvidado que él mismo fue llamado cuando apenas era un niño destetado, y de hecho, será un niño el que escogerá Dios para suceder a Saúl, el último de los hijos de Jesé, que ni siquiera había sido tenido en cuenta por su padre puesto que en ese momento estaba guardando el rebaño: era pastor de ovejas. Era un niño rubio y de buena presencia. Él era el rey que Dios había elegido, el niño que llegará a ser un hombre según el corazón de Dios.

1 comentario:

  1. Teniendo en cuenta mi experiencia personal, lo que escribes me recuerda al evangelio de Mateo 20: 1 - 16, del cual el propietario de una viña contrata personal en diferentes horas del día, recibiendo todos, así hayan trabajado una hora, el mismo pago, tal cual lo había ofrecido. Entiendo que del mismo modo Nuestro Padre nos hace el llamado en cualquier momento de nuestras vidas, a algunos muy jóvenes, a otros muy adultos, para diferentes dones que Él mismo nos da, pero a cada cual en la situación que más nosotros lo necesitemos, cada quien con su historia de vida, y todos con el mismo ofrecimiento que Dios nos da, su amor infinito, su misericordia y su reino que desde ya es nuestro al decirle "sí". Quiero resaltar que en el evangelio, según entiendo también, los últimos que fueron contratados estaban en nada, y supongo que no sabiendo qué hacer con su tiempo, tiempo que el mismo propietario hizo suyo para recibir la misma paga que a los que contrató temprano. Así estamos nosotros, no sabiendo quá hacer y que Dios nos llama para que ese tiempo perdido sea realmente valioso para su gloria y para salvación nuestra. Espero haber entendido bien y que Samuel como muchos, buscamos qué reconocer la voz que nos guíe y hacer sólo el bien con amor infinito.

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