1.1 José
La
historia de José, el hijo del patriarca Jacob, nos muestra un ejemplo de un
joven que, a pesar de las adversidades que sufre cuando apenas es un muchacho
de diecisiete años, nunca pierde la fe en Dios transmitida por sus padres,
Jacob y Raquel. José es vendido por envidia por sus propios hermanos a unos
extranjeros madianitas. Allí es comprado por Putifar, jefe de la guardia del
Faraón –rey de Egipto- quien al ver su sabiduría (porque Dios estaba con él) le
confió la administración de toda su casa. José es un joven apuesto y de buena
presencia (cf. Gn 39,6), por lo que llama la atención de la mujer de Putifar.
Esta mujer constantemente lo acosaba para que se acueste con ella; pero, José
nunca aceptó tal propuesta, por amor a Dios y a su Ley, y por lealtad a su amo.
Ella, despechada, lo acusó de haber querido abusar de ella y José fue a parar
en la cárcel. Pero José se ganó el favor del carcelero con su sabiduría y
terminó ayudándolo a administrar la cárcel. Este carcelero lo presentó al
Faraón para que le interpretase unos sueños que le inquietaban (uno de ellos,
el de las siete vacas gordas y las siete vacas flacas)
José
se ganó así el favor del faraón quien no sólo lo sacó de la cárcel, sino que
por los consejos que le dio José para afrontar los siete años de sequía -que era
el significado de las siete vacas flacas-, lo nombró su primer ministro. Comentó
el faraón luego de escuchar sus consejos: “¿Acaso podremos encontrar otro como
éste que tenga el espíritu de Dios?”.
Nadie, después del faraón, tenía más autoridad que José en todo Egipto.
Cuando
vino el tiempo de hambruna en aquella región, sus hermanos enviados por Jacob,
su padre, fueron a comprar víveres a Egipto. Allí se reencuentran con su
hermano José quien los perdona y hace que su padre, Jacob, quien lo daba por
muerto por engaño de sus hermanos, venga a Egipto con toda su familia. Allí se
instaló Jacob con toda su familia hasta su muerte, pidiendo antes que sus
restos fueran llevados de vuelta a la tierra de Israel.
La
historia de José nos enseña que es Dios quien está detrás de los
acontecimientos de nuestra historia por más dolorosos que estos sean y que, quizá
por ello, muchas veces no se entiendan. Si sus hermanos no lo hubieran vendido,
José no habría salvado a todo Israel de perecer de hambre. Además, esta
historia nos enseña que Dios es fiel con los suyos, con los jóvenes que son
dóciles a su voluntad, a quienes puede darles una sabiduría, un discernimiento
que deje enmudecidos a los reyes de las naciones.
José
es figura de Jesucristo, vendido en la persona de Judas por todos nosotros. En
efecto, hemos vendido a Cristo con nuestros pecados y Él, sin embargo, no nos
ha tratado según nuestros delitos, sino que nos ha dado el verdadero alimento
que salva y da vida eterna al mundo, su propio cuerpo. Jesucristo eucaristía es
el verdadero trigo celeste, custodiado por la Iglesia y dado a través de ella.
Así es, la Iglesia es el verdadero oasis en medio del desierto de este mundo
hambriento de felicidad, de alegría, de plenitud, de eternidad, de Dios.
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