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“Fíjate quién va a misa”,
“me voy porque yo no soy hipócrita”
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El hombre es incapaz de
amar por el pecado
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La peor desgracia, no
conocerse a sí mismo
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El amor gratuito de
Dios es una experiencia
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La Iglesia no es la
reunión de los perfectos
A
veces solemos escuchar frases como: “yo
no voy a la Iglesia porque ésa que va a
misa es así o hace esto o lo otro y nunca cambia”. Esto sucede con los que no
quieren entrar pero con los que ya están dentro también suele ocurrir que terminen diciendo: “yo me voy de aquí
porque éstos son unos hipócritas y yo no soy como éstos”.
En
ambos casos, estas personas no tienen idea de lo que es el amor gratuito de
Dios, viven del esfuerzo, dando la talla, viven de la apariencia, de la imagen.
Nunca se han sentido amados por ellos mismos por lo que siempre han creído que
para recibir algo han tenido antes que dar otro tanto. Estas personas creen que
uno puede ser bueno con sus fuerzas –lo que quiere decir que tienen un profundo
desconocimiento de sí mismos- desconocen
por tanto que la naturaleza humana está herida para siempre por el pecado de
los orígenes, cuya evidencia más patente es el egoísmo enraizado en el corazón
del hombre, este afán de no querer depender de otro que lo lleva incluso
asolapada e inconscientemente a querer siempre “poner de su parte” en un afán
voluntarista por “eliminar” las malas acciones y “proponerse” sólo hacer
acciones buenas, es decir, esta persona no necesita la sangre redentora de
Cristo; para esta persona, entonces, Cristo murió en vano, no se ha creído lo
que dijo Jesús: “Separados de mí no pueden hacer nada” (Jn15, 5).
Es
muy difícil creer que alguien nos ama por nosotros mismos y la razón es muy
simple: así no nos ha amado nadie. Lo más cercano a esta experiencia tuvo que
venir de nuestros padres pero ni siquiera ellos nos han amado gratuitamente;
siempre nos han condicionado el amor: “te quiero si te portas bien, si no me
rompes un adorno, si no me traes notas jaladas, si obedeces, etc.” Esto nos ha
acostumbrado a que hay que hacer siempre algo para que nos quieran y nos es más
fácil creer que Dios es como nuestros padres, que es un Dios que premia a los
que se portan bien y castigan a los que actúan mal.
La
única forma de romper con lo anterior es con una experiencia sobrenatural, una
experiencia del verdadero Dios que comienza con el anuncio de kerigma. El
kerigma tiene este poder porque por primera vez se nos anuncia que Dios nos ama
aun siendo pecadores, es más, que justamente por ser pecadores ha venido por
nosotros, esto significa lo que dice el apóstol: “Él nos amó primero” (Cf. 1Jn4,
10). Cristo murió crucificado, derramando su sangre por nosotros recibiendo él
la pena que nos tocaba por nuestra iniquidad, pago por nuestras culpas, para
que se derrame sobre nosotros la gloria que solamente le tocaba a él por ser
Dios. ¡Qué feliz intercambio! Esta es la justicia (bondad) de Dios que es
totalmente opuesta a la justicia distributiva de los hombres. Como dice el
pregón pascual: “¡Oh feliz culpa que mereció tan grande redentor!”. ¡Este
Cristo ha resucitado, está vivo! Y ahora ha sido constituido Kyrios (Señor) de la historia, y el que
venció la muerte tiene el poder de transformar nuestra iniquidad en santidad
sin ninguna intervención nuestra. La santidad le pertenece a Dios, son sus
terrenos y él la da a quien se la pida con sincero corazón.
El
que comienza a tener esta experiencia del amor gratuito de Dios comienza a
entender que ya no tiene que vivir dando la talla para sentirse aceptado, ya no
tiene que vivir “dando la talla” para sentirse aceptado, ya no tiene que
aparentar mostrando ser quien no es. Cuando alguien comienza esta experiencia
con el kerigma y continúa luego con la catequesis en la iniciación cristiana se
da cuenta que la Iglesia no es la reunión de los perfectos, se da cuenta que él
es tan pecador como los hermanos que antes criticaba y que ahora son un grupo
de personas que tienen en común su pobreza, su debilidad, su pecado, pero que
en Cristo son hermanos. Ahora son una comunidad cristiana porque sólo por
Cristo serán poco a poco transformados, sólo gracias al Espíritu Santo
comenzarán a amarse como son. Ellos comienzan a vivir lo que prometió Jesús:
“Bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos es el Reino de los
Cielos” (Mt 5, 3).
Para ser sincera he escuchado algunas de las frases de este escrito, pero ahí podríamos aplicar la historia del barbero cuando se encuentra conversando con un cliente, y este le dice que Dios no existe porque cuando sale a la calle ve muchas situaciones , miseria , hambre, soledad, maldad etc, y para el barbero Dios no existía por que había todo esto, entonces el cliente trato de no entrar en detalles hasta finalizar su sesión de corte, cuando termino salio a la calle y vio a un hombre con una barba larga, y entonces se dirigió al barbero, y dijo: Los barberos no existen , porque si existieran pues no habrian personas como este hombre que esta con la barba larga, y dijo el barbero: Si existen los barberos, yo estoy aquí, solo que ellos no vienen a mi, De igual manera el cliente contesto : Es justo lo que sucede con Dios , las personas debemos ir hacia El , y estaríamos bien, sentiríamos felicidad, paz, amor etc.
ResponderEliminarHe escuchado a tantas personas decir que los que van a misa son personas hipocritas( Se golpean el pecho diciendo que aman a Dios y por otro lado hacen cosas malas) , otras dicen que son perfectas, otras dicen que debemos ir a misa para salvarnos , aveces algunas personas aparentar muchas cosas, creen que con ir a misa y leer la palabra están salvados de todo e irán directamente al reino de los cielos, pues eso no es suficiente , sino que debemos aplicar lo escuchado en misa, aplicar en nuestra vida diaria lo que leemos en la biblia , y sobretodo darlo a conocer a los demás , no solamente dejar todo lo aprendido para nosotros pues seriamos egoistas .
Me gusto mucho su articulo .
Quisiera profesor que escribiera una articulo acerca de los santos, porque creo que algunas personas malinterpretamos este tema de los santos...... Gracias